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MÉTODOS POLICIALES
TÉCNICAS DE INTERVENCIÓN POLICIAL
En el trabajo policial, el riesgo toma una dimensión muy diferente a otras profesiones. Por ello se habla de lesiones en acto de servicio y no de accidentes laborales. Este Cartilla o guía de procedimientos hace un breve repaso de todas aquellas actitudes y comportamientos que pueden ayudar a los policías a reducir al mínimo el riesgo en el ejercicio de su trabajo.
Seguridad en el trabajo: Podemos definir la seguridad en el trabajo como el conjunto de medidas aplicadas, con el objetivo de garantizar la protección del trabajador ante determinados riesgos inherentes al ejercicio de su profesión o derivados de las características del lugar de trabajo. Toda empresa tiene presente este concepto, no tanto como un objetivo en sí mismo, sino como un medio para conseguir sus objetivos. Unas buenas medidas de prevención de la accidentalidad incide de forma directa en la efectividad y la seguridad del trabajador y en la rentabilidad de su trabajo. En cualquier proyecto de empresa, la seguridad laboral es una meta a conseguir en la policía no se suele hablar de accidentes laborales, más bien se habla de lesiones en acto de servicio.
Este concepto, propio de la cultura policial, nos puede servir como un indicador de la diferencia existente entre el trabajo del policía y otros trabajos. No significa que ser policía tenga más o menos riesgos que otras profesiones. En todo caso, quiere decir que el trabajo policial tiene unas connotaciones que lo hacen diferente y peculiar. Una cosa parecida les sucede a los colectivos como los bomberos, en los que el riesgo toma otra dimensión. Estos colectivos, igual que la policía, basan su trabajo en un servicio al ciudadano que se encuentra ante un problema, y también hablan de lesiones en acto de servicio. En la labor policial, particularmente en la protección ciudadana, es muy difícil hacer una síntesis de las medidas de prevención de accidentes laborales.
No suelen aparecer dos casos iguales ni situaciones ideales. Tengamos en cuenta que en este tipo de actividades influyen muchos factores de carácter personal tanto del policía como del ciudadano, de carácter ambiental, situacional, etc. El control de todas las variables para hacer que el trabajo sea seguro es complicado. Las medidas físicas de prevención de la accidentalidad son limitadas, cosa que también sucede en otros oficios. En la policía estas medidas están pensadas para ser efectivas a partir de respuestas agresivas, lo cual no se da necesariamente en todas las intervenciones. Algunos ejemplos de estas medidas físicas son los cristales especiales, los chalecos antibalas, los cascos, los escudos, etc. Estas medidas no han de confundirse con los medios o las herramientas de trabajo, como la defensa, el arma de fuego o los sprays. Cuando, en el trabajo policial, el accidente se produce, es necesario preguntarse cuál ha sido el determinante. Normalmente encontramos:
• Que la medida ha sido inoperante.
• Que la medida ha sido mal utilizada al sobrevalorar sus prestaciones.
• El azar o la mala suerte.
Hay aun otra razón que suele pasar desapercibida, ya que aceptarla implica reconocer en el fondo el fracaso, es la falta de previsión de la reacción agresiva, que hace adoptar posturas, si no negligentes, como mínimo imprudentes. Podemos decir que, en el trabajo policial, a las medidas físicas de prevención de accidentes laborales, hay que añadirle otros tipos de precauciones que han de salir del agente, de las cuales es el único responsable. Este tipo de precauciones tienen que ver, por un lado, con actitudes y comportamientos y por otro lado, con un conocimiento exacto de las herramientas de trabajo y con una valoración justa de estas. La finalidad de estas precauciones es detectar la acción agresiva, como un máximo exponer de la accidentalidad del policía, antes de que se produzca y saber hacer servir las herramientas de forma adecuada. El policía ha de conseguir un nivel mínimo de seguridad mediante una serie de precauciones. Estas se pueden agrupar en tres categorías: • Saber hacer una valoración previa de la situación a la que se enfrenta. • Tener hábitos positivos de trabajo dirigidos a conseguir una gran concentración en el trabajo. • Tener conocimientos del uso y las prestaciones de los medios materiales de que dispone. 1.2. El nivel mínimo de seguridad: Bajo este punto de vista, podemos definir el nivel mínimo de seguridad como la posición adoptada por el agente de policía que le hace percibir los riesgos implícitos de la situación en que interviene, dicho de otra manera, el nivel mínimo de seguridad se consigue sabiendo estar en guardia, dominando la situación y siendo capaz de observar todos los cambios que se produzcan y que puedan comportar riesgo de lesión para el agente. Un nivel siempre será un valor a partir del cual se pondrá en marcha una serie de medidas de seguridad laboral. Establecer el nivel adecuado siempre será una cuestión subjetiva del agente y el mejor será aquel que le dé sensación de seguridad; en cualquier caso, no ha de ser arbitrario, sino que ha de estar sometido a indicadores más o menos objetivos. Por las características propias del trabajo policial, teniendo en cuanto que la sola presencia en la calle ya es una forma de producción laboral, es necesario hablar de la necesidad de tener un nivel mínimo de seguridad continuo. Es decir, el agente ha de estar en posición de alerta durante toda la jornada laboral.
La valoración objetiva de las situaciones: Hemos hablado de cómo es importante que el policía sepa encontrar un nivel mínimo de seguridad en su trabajo y que este sea adecuado. Las situaciones que se presentan ante el policía tienen diferentes niveles de riesgo, desde un nivel prácticamente nulo hasta el máximo enfrentamiento mortal. El mismo 4 desarrollo de la situación hace que intervenciones con un nivel bajo de riesgo evolucione peligrosamente y al contrario. La pregunta que surge es la siguiente: ¿cuál ha de ser el nivel mínimo de seguridad adecuada a cada situación? Ya hemos dicho anteriormente que el nivel adecuado es aquel que dé al policía sensación de seguridad. También hemos dicho que en cualquier caso no habría de ser arbitrario y que habría de estar sujeto a unos indicadores más o menos objetivos. Con todo esto lo que pretendemos decir es que el nivel de seguridad ha de ser flexible y adaptable a la situación que se plantea. Un agente de policía que, por hábito, siempre pone contra la pared y con los brazos en cruz a las personas que infringen la ley para evitar enfrentamientos, mantiene su nivel de seguridad mínimo. A veces este nivel de seguridad mínimo será adecuado a la situación, pero otras veces puede ser excesivo. No hay que olvidar que la policía es un servicio al ciudadano y no contra el ciudadano. Podemos categorizar la situación a través de sus manifestaciones tomadas como indicadores objetivos para adecuar el nivel de seguridad. Concretamente, categorizamos en tres niveles:
A. Situación normal.
B. Situación de riesgo.
C. Situación de riesgo alto.
A. Situación normal: Es aquella que comporta un riesgo mínimo de efectos leves. Se inscribe dentro del trabajo cotidiano de la policía. No hay aviso sistemático de indicios de peligro, aunque el agente ha de mantenerse atento a la evolución de la situación ante la cual actúa. Esta situación no tiene indicadores especiales. Hace referencia al estado de alerta normal que comporta la vigilancia policial.
B. Situación de riesgo: Hay indicios, hechos o expresiones que hacen que haya que reforzar la atención y tomar precauciones suplementarias. Es suficiente que estos indicios sean ligeros.
Los indicadores de esta situación son los siguientes:
• Las personas que coinciden en su aspecto, con autores de delitos, siempre que se haya recibido aviso sistemático sobre la comisión del hecho. • Las personas que observan atentamente al agente de policía, sin razón especial.
• Las personas que levantan la voz de manera intimidatoria al agente.
• Las personas que, ante las preguntas del policía, cambian la posición de sus pies como para huir o responde agresivamente o bien esconden las manos en los bolsillos.
• Las personas que, aunque no sean peligrosas, han cometido alguna falta penal.
C. Situación de riesgo alto: El peligro es inmediato. Hay probabilidad de enfrentamiento. Los efectos del riesgo son imprevisibles. Es necesario extremar las medidas de seguridad. El enfrentamiento puede ir más allá del enfrentamiento puramente verbal. Los indicadores de este tipo de situación, entre otros, son:
• Las personas que, a la vez que gritan, intentan empujar al agente.
• Las personas que gesticulan de forma agresiva.
• Las personas que dicen que tienen un arma.
• Las personas sobre las cuales el agente de policía tiene la certeza de que ha cometido un acto delictivo.
Como se puede ver, estas categorizaciones tienen que ver con la actitud del sujeto sobre el cual se está interviniendo. Pero además se ha de tener en cuenta otros elementos, como el lugar o la hora en que se da la situación. Es evidente que una intervención en la plaza, por decir una zona céntrica a las doce del mediodía, no es lo mismo que una intervención a las dos de la mañana en un parque de grandes dimensiones. Una situación normal, en función de la hora o del lugar, puede ser tratada como una situación de riesgo o de riesgo alto. Cada situación puede comportar niveles mínimos de seguridad diferentes, pero siempre han de ser adecuados. Si no lo son (desde un punto de vista de seguridad laboral), más vale que lo sea por exceso que por defecto. Evidentemente, siempre dentro de la legalidad.
Los hábitos de actuación: El hábito se puede definir como una disposición adquirida y duradera que facilita una forma de comportamiento o de reacción. El hábito hace que no tengamos que pensar demasiado ante circunstancias parecidas y representa un ahorro considerable de energías fisiológicas y psicológicas. En nuestra vida cotidiana hacemos uso de numerosos hábitos, por ejemplo, conducir un vehículo está lleno de hábitos. Si no fuera así, prácticamente Sería imposible hacerlo. Nadie necesita recordar constantemente donde está el freno o como cambiar de marcha. Son acciones que surgen de forma casi inconsciente. Estos hábitos adquiridos sirven, además, para conducir vehículos similares en diferentes situaciones. Como este ejemplo podemos encontrar miles. Los hábitos pueden ser positivos o negativos. Todo depende de su bondad. Normalmente, si no hay ningún control en la adquisición del hábito, lo adoptamos en función del resultado que nos dé. Eso no quiere decir que todo habito que de un resultado bueno sea un hábito positivo. Podemos poner el ejemplo del conductor que acciona el freno y el embrague a la vez para evitar que se le cale el coche. Lo hace tantas veces que adquiere el hábito de proceder siempre así. El día que hace lo mismo en una carretera mojada, entrando en una curva, pierde el control del vehículo y tiene un accidente. Es muy posible que el 6 hábito haya sido uno de los causantes del accidente, por lo cual, a la vista de los resultados, cabrá pensar que era un hábito negativo a pesar de que había cumplido su finalidad en otras circunstancias. En la definición hemos dado al hábito el carácter de duradero. Eso vale tanto para los positivos como para los negativos: el conductor del vehículo accidentado, cuando vuelva a subir a su coche, a pesar de que comprenda que fue el hábito el máximo responsable del accidente, lo mantendrá aún durante cierto tiempo. Y cada vez que frene, habrá de ser muy consciente de toda la maniobra, si lo que pretende es deshabituarse. Solo son válidos los hábitos positivos. Estos hábitos se han de adoptar bajo el control personal o ajeno.
Los hábitos en el trabajo policial: Hemos dicho que los hábitos ayudan a no tener que pensar demasiado ante circunstancias parecidas, lo que supone una economía considerable de energías psicofísicas. En un apartado anterior también se ha comentado que es difícil buscar medidas de seguridad en el trabajo policial, teniendo en cuenta que no hay dos situaciones iguales. Aparentemente estamos ante dos conceptos opuestos, pero en realidad no es así. Volvemos al ejemplo del conductor y sus hábitos. En la conducción intervienen muchos factores: la calzada, el vehículo, las condiciones atmosféricas, el estado anímico del conductor, etc. Podemos decir que un kilómetro, para la concurrencia de tantas variables, no tiene nada que ver con ningún otro. En consecuencia, se puede decir que no hay situaciones iguales. Ahora bien, se observa la existencia de hábitos y una cosa similar pasa en el trabajo policial. Si observamos los hábitos en la conducción, veremos que son principalmente de dos tipos. Hay unos que podríamos considerarlos básicos, que tendrían que ver con el “rol” a desarrollar, en este caso el de conductor, y otros que se podrían considerar de la “mecánica de acción”.
Los primeros comprenden el hecho de ponerse en situación de conductor, es decir, comprobar la información del tablero de mando, mirar la posición de los retrovisores, cumplir las normas de la circulación, etc.
Los segundos se refieren a las acciones, son, por ejemplo, accionar el embrague, poner el intermitente, mirar por el retrovisor antes de cambiar de carril. El resto sería afrontar la situación que fuera presentándose.
En el trabajo policial existen estos tres factores: la asunción del “rol” son las características que envuelven el papel de policía como un sujeto dotado de un poder para salvaguardar la ley y que tiene el deber de intervenir ante las infracciones. Un ejemplo de la mecánica de acción son las acciones que se repiten en muchas intervenciones: la forma de patrullar, el registro de locales, la parada, el cacheo, el esposado, etc. Por lo que respecta a la situación en sí, podemos prescindir de ejemplos, ya que son innumerables. Tanto en la asunción del “rol” como en la mecánica de acción deberían de existir hábitos. De hecho, existen. Casi siempre, hábitos personales de cada agente, basados en las propias experiencias. Las situaciones con que se encuentra el policía son bastantes complejas, imprevisibles y peligrosas para plantearse reducir al mínimo la improvisación. La mecánica de acción ha de ser habitual, positiva. La meta no es otra que la eliminación del riesgo innecesario debido al azar, mediante estrategias con un dominio casi instintivo, que contribuya a concentrar energías psicofísicas para reforzar el control de las situaciones. Los hábitos en el trabajo policial no han de ser solo de carácter personal. Han de ser compartidos. Si todos los componentes de una plantilla tienen iguales hábitos de intervención ante los casos más comunes en la acción policial, se puede esperar una reacción uniforme y sistemática en la cual cada agente sepa que ha de hacer, donde situarse, etc., sin necesitar ningún tipo de comunicación entre ellos, independientemente que formen pareja habitual o no. Una acción compactada y decidida, sistemática y sin dilaciones, repercute en:
• Un buen planteamiento de la intervención.
• La reducción de la probabilidad de agresión o de huida del delincuente.
• La creación de una imagen de alta profesionalidad ante el ciudadano espectador.
Conceptos básicos de seguridad en el trabajo policial: Estos conceptos se relacionan con lo que antes hemos denominado hábitos básicos, es decir, con la asunción del “rol”. No hacen referencia directa a la “mecánica de acción”, aunque han de ser presentes. Toda intervención policial, en asuntos de seguridad ciudadana, ha de observar como mínimo los puntos siguientes:
• Nunca se ha de dar nada por seguro. La presunción de comportamiento y en especial de documentaciones, puede llevar a situaciones falsas. Por ejemplo una acción consistente en ponerse las manos en los bolsillos puede ser señal de relajación o un intento de sacar un elemento agresor. Toda manifestación de personalidad ha de ser comprobada documentalmente o con otras manifestaciones. En resumen, el policía ha de observar toda la relatividad que comportan ciertas acciones o manifestaciones y buscar siempre elementos confirmatorios.
• Siempre hay dependencia del compañero en toda intervención.
• Siempre ha de mantenerse la distancia de seguridad. Como mínimo, la longitud del brazo del interlocutor.
• Hay que ser firme pero comprensivo. La persona que se intenta parar, identificar o detener ha de saber lo que se propone el agente, y tiene que saber qué piensa hacerlo de la forma más cómoda para los dos.
• Una persona detenida esta privada de su derecho más básico: la libertad. Es lógico que intente defenderla y que se convierta, en su intento, en un peligro potencial para el agente.
• El control de cualquier incidente ha de estar en manos del agente; Eso debe notarse en su forma de hablar y proceder. Se ha de evitar la rectificación constante de decisiones que puedan crear la duda en el ciudadano sobre la profesionalidad del agente que interviene.
• La fuerza ha de utilizarse en la medida justa y como último recurso. En necesario saber que hay diferentes escalas de fuerza, que siempre hay que comenzar desde el nivel más bajo que es la fuerza verbal, es decir la advertencia. El policía puede subir, más o menos rápidamente, por la escala pero pasando por todos los niveles.
• Es fundamental saber que hay que hacer en cada incidente y hasta donde llegar. No hay que confiar en la suerte o pensar que una demostración gratuita de fuerza cambiará necesariamente una actitud agresiva.
• En cualquier actuación de pareja, las decisiones han de ser consensuadas, ya que la dotación es responsable de sus actos en conjunto.
• El agente de policía es el responsable de la seguridad del detenido hasta que se encuentre a disposición judicial. Esto se refiere a las posibles autolesiones o las lesiones infringidas por otro.
• Bajo ningún concepto hay que entregar el arma a ningún delincuente, aunque este amenazando la vida de otra persona, incluso la del mismo compañero. Podría ser que el arma del policía fuera la única de verdad.
Hábitos en la mecánica de acción: Todos los hábitos que exponemos a continuación hacen referencia a los actos que podemos considerar mecánicos dentro del trabajo policial. Estos actos mecánicos son los que están presentes en la mayoría de intervenciones y son independientes del tipo de problema que se presenta. Por ejemplo, si hay que intervenir a cuatro individuos que están dentro de un vehículo, al margen de lo que hayan hecho, habrá que parar el vehículo, acercarse, etc. Lo mismo pasará si hay que cachear a alguien: el cacheo deberá hacerse al margen del hecho cometido a pesar de que este hecho exija la aplicación de más o menos medidas de seguridad. Los principales actos mecánicos son:
• Algunas acciones del patrullaje.
• La parada de personas y vehículos.
• El acercamiento a los vehículos parados.
• Algunas acciones en las persecuciones.
• El cacheo de personas.
• La entrada a locales y domicilios violentados.
• El traslado de detenidos.
Hábitos en el patrullaje: El patrullaje no deja de ser una acción mecánica en lo que se refiere a la forma de deambular y las observaciones a hacer. En la actuación del agente como patrulla ha de haber hábitos que proporcionen la seguridad de que nada pasa desapercibido a la vigilancia policial. Aunque sea un tópico, hay que decir que el patrullero no pasea, y eso se ha de notar en la forma de caminar, en la actitud y hasta en la velocidad. No ha de mirar nada en concreto, pero se ha de fijar en todo. Ha de valorar objetivamente lo que le llega del ámbito que le envuelve. Dicho en pocas palabras, el patrullero no pasa por una zona, sino que está y se integra.
Hábitos de la patrulla a pie:
• Hay que circular por el centro de la acera. Eso garantiza la consecución de uno de los objetivos de la patrulla, es decir, ser vista. Otra razón es que circulando por el centro de la acera, el agente puede aprovechar la totalidad de su ángulo de visión. Eso permite anticiparse visualmente tanto a un lado como al otro.
• Hay que evitar caminar en tensión; si esta tensión es puntual no perjudica necesariamente la reacción, pero si la tensión es continua, al margen de provocar agotamiento físico y psíquico, puede desencadenar reacciones impulsivas.
• Al llegar a una esquina, hay que pararse un rato y dar una ojeada a las calles que confluyen.
• De tanto en cuanto conviene girar la cabeza para observar lo que queda detrás.
• Las manos se han de llevar libres, evidentemente no se han de llevar en los bolsillos, ya no solo porque desdice mucho del patrullero, sino porque eso disminuye la capacidad de reacción ante imprevistos.
• Hacer patrulla en pareja no significa bajar el grado de atención.
• Patrullando en pareja, es conveniente ir separados por un par de metros e ir en diagonal, es decir, el de delante por la parte exterior de la acera y el de detrás por dentro. Así el ángulo de visión de quien patrulla por la parte exterior permite observar los portales y tiendas y, en caso de una anomalía, puede avisar al compañero antes de que llegue a la altura del lugar.
• El ciudadano ha de tener la sensación de vigilancia y protección. Hábitos de patrulla en vehículo:
• Hay que circular por la derecha de la calzada.
• Al llegar a un cruce, hay que dar una ojeada a las calles que confluyen.
• No hay que circular tan despacio que moleste a los otros viandantes, tampoco tan deprisa que no se pueda ver lo que pasa.
• De noche, hay que circular poco a poco y hacer servir linternas o focos para vigilar las zonas oscuras.
• Hay que evitar llevar los brazos fuera del vehículo por la ventana.
Que hay que observar haciendo servicio de patrulla: Hablar de hábitos en la observación de hechos mientras se patrulla tiene un sentido relativo. En todo caso, hay que hablar de saber observar sistemáticamente los hechos que puedan esconder una segunda intención ilegal. Para hacer observaciones sistemáticas y objetivas, hay que estar al día sobre los métodos empleados por los delincuentes y reconocer las diferentes fases de estos métodos. Los delincuentes suelen moverse por hábitos. Mientras el método es efectivo, lo mantienen. A pesar de todo, son bastante dinámicos y eso requiere, por parte de los policías, una continua actualización en el conocimiento de las formas de trabajo habituales. A título de orientación haremos una lista de las actitudes o cosas que merecen ser observadas con más detalle. Ahora bien, hay que tener en cuenta que, en último caso, es el conocimiento de las formas de trabajo y del barrio donde se patrulla lo que determinará qué es lo que no hay que pasar por alto.
Observaciones de personas: Hay que observar especialmente las personas siguientes:
• Las personas que desentonan claramente en el lugar y no son habituales del barrio.
• Las personas que, sin aspecto de ir de viaje, se desplazan llevando maletas o bolsas.
• Las personas que se desplazan por una misma zona durante mucho rato.
• Las personas, en el interior de vehículos que están parados, que observan a otras personas o establecimientos.
• Las personas que discuten.
• Las personas que corren huyendo.
• Las personas que prueban a abrir insistentemente las cerraduras de los coches.
• Las personas que observan a los viandantes desde puntos ligeramente escondidos.
Otras observaciones: Hay que observar las cosas siguientes:
• Las tiendas que tienen persianas media abiertas en horas no comerciales.
• Los vehículos abandonados
• Los vehículos con muchos objetos colocados en su interior de forma desordenada.
• Los vehículos parados que parezcan que llevan exceso de peso.
• Las cajas abandonadas que, por su aspecto, puedan guardar alguna cosa útil.
• Herramientas abandonadas tales como gatos hidráulicos, palancas o cizallas.
• Los vidrios rotos en la vía pública que puedan proceder de ventanas.
• Las escaleras o cuerdas que van a parar a ventanas.
Hábitos en la parada: Dentro de las acciones policiales, principalmente en la seguridad ciudadana, pero también en la policía de tráfico y administrativa, la parada es el prólogo del resto de trámites, como la identificación, la detención o bien el hecho de extender una denuncia de la infracción administrativa correspondiente. Evidentemente, se habla de parada siempre que sea acción en la vía pública. La parada es, entre otras cosas, la tarjeta de visita del policía que está a punto de intervenir. Muchas veces el final feliz de la acción dependerá de la forma en que se haya llevado a término la presentación. La primera impresión que recibe el interlocutor del agente de policía hace que pueda plantearse la necesidad de continuar su acción o no. La parada tiene muchos componentes mecánicos y también se puede hablar de hábitos de actuación. La forma de para a las personas o a los vehículos irá en función del tipo de motivo que exige la parada y la valoración de la situación. En todo caso, la parada se ha de hacer teniendo en cuenta el nivel mínimo de seguridad del agente. El hecho de que se haga una parada por infracción administrativa no presupone necesariamente que se trate de una situación normal. En cualquier caso, hay un componente de enfrentamiento que puede degenerar en situaciones de riesgo o riesgo alto. Lo mismo puede suceder al contrario: una situación de riesgo alto puede convertirse en realidad en una normal. De todas maneras, el policía, en la parada, ha de prescindir de presunciones y mantener su nivel mínimo de seguridad, para evitar sorpresas desagradables y ha de extremar este nivel cuando considere que la situación es de riesgo alto. El problema de inseguridad laboral que implica la parada viene dado por el acercamiento físico a otra persona y por la posibilidad de que esta este implicada en algún hecho por el cual pueda plantearse la necesidad de responder al agente de forma agresiva.
Parada de una persona a pie: Partimos de la base de que la intervención sea llevada a cabo por una patrulla compuesta por dos agentes.
Situaciones normales y de riesgo:
• El agente más cercano a la persona que se pretende parar debe acercarse situándose a la distancia de seguridad, en un ángulo de 30 a 45 grados, a la izquierda del interpelado (derecha del agente).
• El otro agente debe ponerse detrás del compañero, desplazado unos dos metros a la izquierda del primer agente . Su misión es hacer segura la intervención del agente que llamaremos A, observando todos los movimientos del interpelado.
• El primer agente (A) saludará a la persona parada y le solicitará la documentación de forma clara y correcta, explicando los motivos por los cuales se la pide.
• El documento ha de cogerse con la mano izquierda. Al mismo tiempo el agente ha de retroceder para su comprobación; mientras mantiene el brazo derecho extendido a lo largo del cuerpo.
• El agente A ha de comprobar el documento sin agachar la cabeza, es decir ha de levantarlo a la altura de los ojos. De esta manera tendrá dentro del ángulo de visión los posibles movimientos sospechosos de la persona parada.
• Una vez controlada la situación, el agente A se encargará de todos los trámites: extender la denuncia, cachear, esposar, etc. El agente B continuará su misión de cubrir la acción del agente A.
Situaciones de riesgo alto: A esta situación, como se dijo antes, se puede llegar por degeneración de situaciones normales o de riesgo, o porque ya lo sea desde el principio.
• La misión del agente A, en principio, no varía.
• El agente B ha de situarse en la diagonal del agente A, dejando al interpelado en medio, de manera que pueda observar la cara de su compañero. Siempre hay que mantener la distancia de seguridad
• El agente A se dirigirá al interpelado con órdenes claras, concretas, con un tono de voz enérgico, no exento de la educación pertinente, haciéndole entender que cualquier movimiento puede ser mal interpretado, dadas las características de la situación.
• El agente B ha de tener la mano cerca de sus elementos de defensa y, en caso de sospecha de la existencia de armas, ha de extremar todas las medidas de seguridad. En el caso de que la sospecha sea de armas de fuego, el requerimiento ha de hacerse desde lugares parapetados, y las órdenes han de ir dirigidas a controlar las manos del individuo parado (por ejemplo, con frases como “manos a la vista” o “manos arriba”. En todos los casos, el agente B tiene una importancia principal, porque da seguridad al trabajo del agente A, eso implica desde el control de movimientos hasta la intervención física para neutralizarlos. Puede darse el caso de que el interpelado intente discutir con el agente que interviene, y que se genere una dinámica que haga varias las condiciones de seguridad, en este caso una frase de advertencia por parte del agente que cubre la acción, puede hacer que el interpelado desvíe la atención hacia él el tiempo suficiente que permita al agente que interviene reordenar la situación. Eso no ha de significar que cambie el interlocutor de la discusión, es decir, no se trata de que el agente B la continúe. Normalmente las situaciones no son tan perfectas y se duelen presentar con otras formas, pero así y todo, las normas anteriores nos pueden servir de base para un buen planteamiento de la intervención. Parada de diversas personas a pie: Igual que en el caso anterior, partimos del supuesto de que la patrulla se hace en pareja. En este caso hay que tener presente una premisa de los conceptos básicos de seguridad: hay que conocer hasta donde se puede llegar en una situación con los medios propios del agente. Es importante hacer una valoración rápida del grupo al que se pretende parar: cuantos son, como están de dispersos, quien es el líder (si es que hay). También hay que considerar las características del lugar donde se quiere hacer la parada. El agente siempre ha de buscar la posición más aventajada y ha de ser consciente de que hay unos límites a partir de los cuales las intervenciones pasan de ser racionales y controladas a viscerales y azarosas. Este último tipo de intervención es el más cercado al accidente laboral. Lo ideal sería que nunca se parara a la vez más personas que agentes; como máximo, habrían de pararse el doble de personas que policías. La mecánica de parada de varias personas es muy similar a la de una solo: un agente interviene y el otro refuerza y da soporte. Se ha de tener en cuenta que, en una situación de este tipo, es normal que los interpelados intenten establecer algún tipo de dialogo con los agentes, tanto con el que actúa como con él apoya. Este último ha de prescindir de todo lo que desvíe su atención, Por tanto, hasta que no esté dominada la situación, ha de abstenerse de hablar. Solo hablará el agente que dirija la acción.
Situación normal y de riesgo:
• Los agentes han de aproximarse al grupo procurando dejar su espalda libre; es decir, deben evitar ser rodeados y cortar los posibles puntos de huida.
• Hay que parar a los individuos contra un obstáculo (pared, vehículo, etc.), de forma que se facilite la vigilancia de conjunto y se evite la dispersión.
• El agente que interviene debe solicitar la documentación, con órdenes claras y concretas, explicando los motivos de su demanda.
• El control del líder, si es que lo hay, ha de ser el objetivo principal. Hay que evitar la tentación de dirigirse al más débil, ya que eso no demuestra nada al resto del grupo, al contrario, provocará actitudes de apoyo y unirá aún más a sus componentes.
• El agente no se dirigirá a recoger las documentaciones; serán los interpelados quienes hagan la entrega, por turnos, de acuerdo con las órdenes del policía. Se acercarán hasta la distancia de seguridad que, por descontado, ha de marcar el agente. Una alternativa a la entrega personal de la documentación es que todos los componentes del grupo hagan la entrega a uno de sus integrantes, y este al agente. En este caso puede ser interesante dar protagonismo al más débil del grupo. Eso puede tener ciertas ventajas; por un lado disminuir el peligro del agente ya que se coge a la persona que tiene menos potencial de respuesta agresiva, y por otro lado, estaremos dando protagonismo a un sujeto del grupo que, presumiblemente, no tiene, lo cual puede jugar a nuestro favor.
• Con todas las documentaciones, el agente actuante retrocederá dos pasos para hacer la comprobación.
Situación de riesgo alto: En estos tipos de situaciones hay que hacer un control aún más estrecho y no dejar nada a la improvisación. Si en toda situación de parada es importante saber escoger el lugar, en las situaciones de riesgo alto es primordial. No nos sirve cualquier sitio. Debe ser un lugar que minimice o elimine la capacidad de respuesta de los individuos. El lugar en cuestión ha de reunir las características siguientes: disponer de elementos estructurales defensivos para los agentes e impedir la dispersión de los individuos. Un problema que puede surgir en estos casos es plantearse la eliminación de rutas de escape del grupo a parar. No olvidemos que una situación de riesgo alto puede llevar una carga de violencia importante. Cuando consideremos que una situación es de riesgo alto, lo que estamos haciendo es suponer un posible enfrentamiento. En un caso de estos, la eliminación total de rutas de escape, puede resultar poco saludable para los agentes. En cualquier caso, lo que si hay que hacer es dejar como máximo una ruta, evidentemente la menos fácil.
• Elegido el lugar de parada, los agentes han de doblar o triplicar la distancia de seguridad, en función de la peligrosidad de los individuos y del lugar.
• El agente que interviene ha de dirigirse a los interpelados con órdenes firmes sobre la colocación que han de adoptar.
• Los individuos han de colocarse contra un obstáculo fijo, normalmente una pared, dando la espalda a los agentes.
• Hay que ordenarles que tengan las manos a la vista, procurando al mismo tiempo que estén separados entre ellos, de forma que con los brazos no se puedan tocar.
• Una vez colocados en esta posición, el agente que interviene solicita que, uno a uno y después de que él lo ordene, los individuos se acerquen hasta la distancia de seguridad, para hacer los trámites pertinentes (entrega de documentación, reconocimiento, etc.). El individuo volverá a su posición una vez finalizado el trámite, siempre por órdenes del policía.
• El agente que apoya ha de dedicarse a la vigilancia de todos los individuos encarados hacia el obstáculo.
Parada de personas por un solo agente: Lo ideal es que un solo agente pare solo una persona o como máximo dos aunque esto último solo es válido para situaciones normales o de riesgo. En las situaciones de riesgo alto, en las cuales supongamos que habrá enfrentamiento (más allá del verbal), un solo agente tiene muchas posibilidades de salir lesionado.
Parada de una persona a pie: a) Situaciones normales y de riesgo:
• El agente ha de procurar dirigirse al interpelado desde su costado fuerte, es decir, si es diestro, dejándolo a su derecha, y al revés si es zurdo. Es necesario hacerlo así porque se supone que el costado fuerte de una persona da un control más grande de los movimientos de defensa, por lo que hace referencia a los reflejos.
• Después de saludar, manteniendo la distancia de seguridad, se le pide al individuo que se ponga cerca de un obstáculo fijo (pared, vehículo). • El agente debe pedir la documentación de forma clara y correcta y ha de explicar los motivos por lo que se le pide.
• El documento hay que cogerlo con la mano izquierda, o la derecha según el lado fuerte, y se retrocederá para hacer la comprobación. Mientras se mantendrá el otro brazo a lo largo del cuerpo.
• Como en los casos anteriores, el agente no ha de agachar la cabeza para comprobar la documentación.
b) Situaciones de alto riesgo: En este tipo de situaciones el agente ha de extremar las medidas de seguridad al máximo. No olvidemos que una de las previsiones es la del enfrentamiento. Como medida preventiva, puede ser recomendable que el agente coloque su porra en posición horizontal bajo la axila. Sin ser una actitud agresiva, esta acción implica cierta previsión.
• Antes de dar el alto, ha de hacerse un reconocimiento rápido de la peligrosidad del sujeto, y ha de hacerse sobre su aspecto físico y el lugar donde se va a realizar la parada.
• La parada ha de indicarse de la misma manera que en las situaciones normales y de riesgo.
• Se ordenará al individuo que se coloque contra un obstáculo fijo, dando la espalda al agente y con las manos visibles.
• Ha de ordenarse al individuo que con una sola mano, la cual ha de ser controlada por el agente en todo momento, entregue su documentación.
• Una vez identificado se procederá en consecuencia. Solo se le permitirá girarse cuando la situación esté controlada.
c) Otras observaciones generales a las paradas: En toda parada de personas, independientemente del motivo y de la situación, han de tenerse en cuanta algunos indicadores de respuesta agresiva, de forma que sean detectadas antes de que se produzcan. Por otro lado, también hay que tener en cuenta la misma disposición del policía, tanto físico como psíquico y conocer si está en disposición, no tanto de responder como de contener a las personas paradas. El policía no ha de colocarse nunca delante de la persona parada, lo ideal es que esta se encuentre a cuarenta y cinco grados del agente. Un sujeto que está justo delante del agente tiene al alcance de sus brazos o pies cualquier parte del cuerpo del policía, y aunque este mantenga la distancia de seguridad será relativamente fácil para el agresor atacar.
Si el interpelado esta medio de lado respecto al policía, cuando responda de forma agresiva, tendrá un recorrido más largo de los brazos o piernas hacia el agente, sobre todo si es desde el lado contrario, y señalará visiblemente la acción agresiva. Por otro lado el agente ofrecerá menor blanco que si se encuentra justo delante. Siempre hay que observar los pies de las personas paradas, para saber si su posición le deja avanzar o retroceder fácilmente respecto al policía. Los pies no han de observarse fijamente, es suficiente que se encuentren en el radio de acción de la vista. La mejor forma de detectar los movimientos agresivos de una persona es mirarla a los ojos. Estos suelen ser un indicador muy bueno porque reflejan cualquier acción del cuerpo en los movimientos reflejos. Mirar a los ojos es también tener al individuo en el radio de acción de la vista. Siempre se observarán las armas potenciales con las que cuenta la persona parada. Pueden ser múltiples, desde un palo a una caja que está cerca, una piedra, etc. Hay que preverlas y tenerlas en cuenta. Han de preverse también las rutas de escape de la persona parada y cual puede escoger en caso de huir. Finalmente, el policía ha de conocer la posición física que tiene adoptada: los pies, la distancia respecto al individuo, las manos, si están ocupadas o no, el acceso a los medios de defensa, etc.
La posición física ideal es la siguiente:
• Piernas abiertas a la anchura aproximada de la espalda.
• La pierna fuerte un poco delante en relación con la otra, buscando una posición cómoda y equilibrada. Ha de poder avanzar y retroceder de forma rápida en caso de recibir un ataque. También ha de conocer su disposición psíquica. Básicamente, se trata de saber si está percibiendo todo aquello que surge de la conducta del interpelado que ha de ayudarle a prever su posible respuesta.
Parada de vehículos: La parada de vehículos tiene unas características propias que hacen que sea diferente de la parada de personas. Nunca podremos entender la parada de vehículos de forma independiente del estado del terreno donde se efectúa, ya que, sumado a las circunstancias de peso, velocidad, etc., comporta un riesgo añadido. Otro factor a tener en cuenta es el hecho de que el vehículo constituye un arma potencial, capaz de hacer mucho daño cuando se convierte en efectiva. A las anteriores características hay que añadirle otra que puede provocar una relajación en la observancia de las medidas de seguridad por el agente: El hecho de que la parada de vehículos es una de las acciones más practicadas por los policías locales, ya que no solo se lleva a término en las acciones de seguridad ciudadana, sino también en el trabajo propio de tráfico. Por esta razón, puede llegar a darse una infravaloración del riesgo por la cotidianidad del hecho. Las paradas de vehículos han de someterse a una valoración objetiva antes de ser llevadas a efecto. El riesgo de la parada de vehículos viene dado por todos los conceptos señalados. En cualquier tipo de situación, hay que tener en cuenta la idoneidad de la parada en función de:
• El motivo que la provoca.
• La velocidad del vehículo a parar y sus características.
• El estado del terreno y las condiciones de visibilidad
• La configuración del terreno. Si la parada puede producir un accidente, no han de hacerse en casos de infracción o identificación. Solo se puede interceptar un vehículo peligrosamente cuando este represente un riesgo importante para el resto de usuarios (evidentemente, siempre que el daño que pueda producirse sea menor que el que se intenta impedir). En caso de no poder parar el vehículo, han de tomarse los datos necesarios y comunicarlos mediante el radiotransmisor si la parada es sumamente necesaria. Las paradas han de hacerse en la forma indicada por la legislación en materia de tráfico por lo que respecta al uso de señales.
Zonas de riesgo de un vehículo: No todas las partes de un vehículo son igualmente peligrosas para los agentes que intervienen en la parada. El policía ha de conocer qué tipo de riesgo comporta su posición respecto al vehículo y optar por la posición menos comprometedora, sin que eso signifique la inhibición total en la intervención. Los vehículos, particularmente los sedan, presentan tres zonas de peligro. A su alrededor estas zonas dependen de:
• La acción propia del vehículo.
• La acción de los componentes (puertas).
• La acción de los ocupantes.
HISTORIA DEL KRAV MAGA
El Krav Maga (que significa en el idioma hebreo “combate cuerpo a cuerpo”) es el sistema oficial de combate y defensa personal usado por las fuerzas de defensa de Israel (I.D.F.), policía israelí, y servicios de seguridad, y en numerosas fuerzas de la ley de Estados Unidos.
Es también impartido en diversas instituciones asociadas con el Ministerio de Educación de Israel, y desde 1964, es enseñado a los civiles por todo el mundo.
Desarrollado y perfeccionado durante años de conflictos, el Krav Maga enfatiza la facilidad en el aprendizaje de técnicas que han sido probadas numerosas ocasiones en confrontaciones reales.
Este estilo ha nacido en el siglo XX, es un sistema de defensa actual, no está pensado para una sociedad de campesinos que tienen que defenderse sin armas, en una cultura de extremo oriente, y en la edad media, sino que todas las técnicas, movimientos y combinaciones han sido desarrolladas pensando en necesidades actuales.
También debemos tener en cuenta que se creó en una sociedad y en un país en que la violencia forma parte de la vida, más que en otras culturas, por lo que necesariamente el sistema tiene que ser sencillo y con la máxima efectividad.
El Krav Maga está dividido en dos partes principales: Defensa personal, y combate cuerpo a cuerpo.
El Krav Maga como defensa personal:
La defensa personal es el fundamento del Krav Maga. Los estudiantes aprenden a defenderse frente a situaciones hostiles, a evitar ataques, y a librarse rápidamente de su asaltante.
En este estilo se incorporan defensas contra una amplia y variada gama de actos agresivos que puedan provenir de un atacante, tales como puñetazos, patadas, estrangulaciones, agarres, así como defensas contra varios atacantes y atacantes armados con armas blancas, armas de fuego, u objetos contundentes.
En niveles más avanzados se enseña como neutralizar a un terrorista con una granada de mano, o con un arma larga de fuego (fusil, escopeta, ...).
Gran parte del aprendizaje se base en cómo evitar situaciones violentas y de peligro. Si puedes quitarte de en medio, vete; si puedes solucionar la confrontación hablando, hazlo.
No se trata de crear héroes de segunda fila y con poca cabeza, sino de salir airoso de un conflicto.
Se utilizan para la defensa todo tipo de técnicas a mano vacía, empleando puños, codos, patadas, rodillas, mordiscos, cabezazos, así como cualquier utensilio que pueda servir como arma, intentando dejar reducido al oponente con la mayor rapidez posible, sin darle oportunidad para volver a atacar.
Para ello se practica la defensa y el contrataque en el mismo momento, continuando con cuantas acciones sean necesarias para acabar con cualquier posibilidad de agresión por parte del atacante.
Los estudiantes aplican los principios fundamentales y técnicas del Krav Maga en múltiples situaciones y en circunstancias adversas, tales como en la oscuridad, sentado en una situación desventajosa, tumbados, con libertad de movimientos limitada, o influido por estrés o cansancio extremo.
El Krav Maga como combate cuerpo a cuerpo:
El combate cuerpo a cuerpo constituye una fase más avanzada del Krav Maga que enseña cómo neutralizar a un oponente rápida y efectivamente.
Engloba elementos relacionados con la concepción actual del combate: Tácticas, fintas, combinaciones poderosas de diferentes ataques, aspectos psicológicos del combate, y aprender a usar los elementos que rodean al practicante de Krav Maga en un lugar concreto para buscar su ventaja.
Este combate no tiene su aspecto deportivo porque no hay reglas, lo que podría hacer ciertamente peligrosa una competición de este tipo.
Además, como un aspecto común a estas dos facetas que se han expuesto, el Krav Maga incorpora un método especial de entrenamiento, no sólo en el desarrollo físico del estudiante, sino también en la disciplina mental del mismo para fortalecer el espíritu y desarrollar la habilidad de actuar en confrontaciones violentas con elevado nivel de estrés.
El Krav Maga no es otro estilo más de artes marciales, compuesto de movimientos tradicionales y sofisticadas, y no tiene formas ni combinaciones de técnicas preestablecidas, como en los sistemas tradicionales.
Es un método moderno que se caracteriza por emplear el camino lógico, más fácil y natural, empleando para la defensa movimientos simples y naturales del cuerpo humano, los cuales le permiten a uno lograr un nivel relativamente elevado de eficacia en un período relativamente corto de instrucción. Sus técnicas son rápidas y contundentes.
La naturaleza letal del Krav Maga simula la situación de la vida real. Enseña a los practicantes cómo salvar su vida y cómo salir ileso de actuaciones violentas en la calle. Para ser efectivo, no puede incluir reglas ni limitaciones, no hay competiciones deportivas por que está pensado para su empleo en combates reales. Todo vale para defenderse y repeler una agresión.